Kevin Bacon manifiesta que prefiera vivir en paz y elegir interpretar solo los papeles que le motivan, como el corrupto detective de ‘City on a hill’.
Hace más de 40 años es actor en cine, televisión, teatro y la gente lo primero que le pregunta o le saca a relucir son estas anécdotas en vez de su trabajo en obras de primer orden a las órdenes de Clint Eastwood en Mystic River (2003) o de Oliver Stone en JFK (1991). En Temblores (1990) o en I Love Dick (2017-2018), la serie basada en la novela de Chris Kraus.
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Él quería ser “actor de personajes”. Rechazó papeles protagónicos y se quedó con los secundarios, una estrategia que le ha regalado tranquilidad personal y longevidad profesional.
Se fue a Nueva York con 17 años para convertirse en una estrella. “La gente se sorprende cuando lo admito, pero es así: me llamaba la fama. Y el dinero, y las mujeres. Quería mis portadas de revistas, soñaba con ver mi nombre en carteles gigantes”.
Comenzó estudiando interpretación y eso lo cambió todo. “Lógicamente, aún quería seguir siendo famoso, eso no lo escondo, pero me enganché a la interpretación desde un punto de vista creativo. De repente, mi sueño se transformó en ser buen actor, simplemente. Me di cuenta de que ni yo era muy bueno ni la fama era fácil, así que iba a tener que trabajar a destajo para lograrlo. El éxito pasó a ser algo secundario”.
En Hollywood recibió la llamada para participar en Footloose: un film ochentoso con espíritu rebelde, coreografías espectaculares y estribillos pegadizos. Bacon interpretó a un héroe musculado y sensible de clase trabajadora y rural. De pronto, se convirtió en la estrella que la década parecía pedir.
“No me gustó nada. No hay forma de describir la fama, ni toda esa atención, a alguien que no lo haya experimentado. Tampoco es solo el hecho de que todo el mundo te conozca, es algo distinto. Una pesadilla”.
Ante esa situación, su solución fue darle la espalda a todo. “No sé, me rebelé contra aquello, quizá no estaba preparado aún, aunque ya tenía 24 años. Creo que en parte era por los nombres que me inspiraban, aquellos iconos de los setenta. Footloose era una peli pop de los ochenta, no era cine de Oscar, sino lo más frívolo entre lo frívolo. También había algo de ingenuidad por mi parte en todo esto, porque si participas en algo que acaba formando parte del zeitgeist, de la cultura popular, más vale aceptarlo. Siempre puedes colgarte la medallita más adelante. No me arrepiento de haberlo rechazado todo… Es parte del proceso, de todo se aprende”.
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El actor se ha beneficiado de la digitalización de la industria. Recibe guiones de proyectos pequeños, o llamadas de nuevos directores que se acuerdan de él para secundarios claves. “Si miras mi filmografía, es lo que más hay en los últimos años, y no por casualidad. Quiero apoyar ese tipo de cine y me ofrecen oportunidades más diversas. También significa que no tengo que estar esperando a que suene el teléfono por un proyecto de 50 o 100 millones de dólares para que me den un papelillo de villano”.
- El actor ha encontrado otra salida para su creatividad: Instagram y TikTok.
"Me siento tremendamente agradecido. En un momento de tu vida, llegas a una bifurcación: gratitud o amargura. Yo he elegido ser agradecido".
Fuente: El País.