Cada persona es libre de vivir su vida a su ritmo y sólo podemos esperar que lo hagan de la mejor manera posible, sin dañar a nadie ni desperdiciar los preciosos momentos que pueden aprovechar con el paso del tiempo.

Aún así, hay lecciones que han pasado de boca en boca, que han a travesado miles de kilómetros hasta darle la vuelta al mundo y que sirven para que cada uno entienda, con esa sabiduría milenaria, que hay cosas que nunca cambian. Así es la leyenda del bambú japonés:

Hace mucho tiempo, dos agricultores iban caminando por un mercado cuando se pararon ante el puesto de un vendedor de semillas, sorprendidos por unas semillas que nunca habían visto.

“Mercader, ¿qué semillas son estas?”, le preguntó uno de ellos.

“Son semillas de bambú. Vienen de Oriente y son unas semillas muy especiales”.

“¿Y por qué habrían sido de ser tan especiales?”, le espetó uno de los agricultores al mercader.

“Si te las llevas y las plantas, sabrás por qué. Sólo necesitan agua y abono”.

Así, los agricultores, movidos por la curiosidad, compraron varias semillas de esa extraña planta llamada bambú.

Tras la vuelta a sus tierras, los agricultores plantaron esas semillas y empezaron a regarlas y a abonarlas, tal y como les había dicho el mercader.

Pasado un tiempo, las plantas no germinaban mientras que el resto de los cultivos seguían creciendo y dando frutos.

Uno de los agricultores le dijo al otro: “Aquél viejo mercader nos engañó con las semillas. De estas semillas jamás saldrá nada”. Y decidió dejar de regar y abonarlas.

El otro decidió seguir cultivando las semillas con lo que no pasaba un día sin regarlas ni abonarlas cuando era necesario.

Seguía pasando el tiempo y las semillas no germinaban.

Hasta que un buen día, cuando el agricultor estaba a punto de dejar de cultivarlas, se sorprendió al encontrarse con que el bambú había crecido. Y no sólo eso, sino que las plantas alcanzaron una altura de 30 metros en tan solo 6 semanas.

¿Como era posible que el bambú hubiese tardado 7 años en germinar y en sólo seis semanas hubiese alcanzado tal tamaño?

Muy sencillo: durante esos 7 años de aparente inactividad, el bambú estaba generando un complejo sistemas de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después la planta.

¿Qué podemos aprender del bambú y del agricultor?

Muchas veces nuestro esfuerzo es grande, y por eso esperamos un resultado proporcional a ese denuedo que nos agota al máximo. Al no ver frutos de nuestro trabajo, desistimos ante la idea de que nuestro trabajo no es suficiente o las condiciones no nos permiten prosperar, pero muchas veces, el resultado es invisible a los ojos y simplemente las raíces se están formando para después recompensarnos a lo grande.

La fábula del bambú no dice que después de mucho tiempo el resultado será descomunal en poco tiempo, que si invertimos nuestro trabajo por años, llegará un momento en el que sin esfuerzo conseguiremos todo fácilmente, sino que es la dedicación y el constante trabajo, lo que harán que veamos resultados.

Muchas veces no vemos resultados rápidamente, pero con perseverancia y trabajo duro, sin rendirnos, un día tendremos bambús con muchos metros de altura.

Fuente:

IIA

Matt Morris