El Renacimiento fue un movimiento cultural y artístico que nació en Italia alrededor del siglo XV y que ubica al hombre (y su cuerpo) como centro; en lugar de otras corrientes anteriores donde todo giraba en torno de Dios.
Ha pasado mucho tiempo de esa época hasta aquí, pero sin embargo hay cuestiones que aún podemos aprender solo con mirar las pinturas que han sido conservadas desde entonces.
Basta con observar algunos de los cuadros típicos del Renacimiento, como "Las Tres Gracias", de Rafael Sanzio, o "El nacimiento de Venus", de Sandro Botticelli, para encontrar un importante mensaje para las mujeres de hoy.
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Las que allí aparecen representan el ideal de lo que en ese momento se consideraba como "bello". Seres pálidos, semidesnudos, de gran voluptuosidad. Algo que en nada se ajusta al estereotipo de belleza que presiona a tantas mujeres actualmente.
En esa época, el canon de belleza estaba basado en la armonía y en la proporción, recuperados por el "renacer" de la cultura grecoromana. Las mujeres representadas tenían cinturas pequeñas, vientres curvos y caderas amplias. El acompañamiento de la naturaleza, a su vez, reforzaba esa composición de la mujer como un objeto de admiración y de cierta inocencia. La representada era una mujer pasiva, una musa casi divina.
Esto, en ese momento de la historia, estaba vinculado a una clase social que además de poder darse el lujo de un retrato, tenía la posibilidad de darse un gran banquete y comer de forma abundante. Por otro lado, el tono pálido de la piel revelaba su posibilidad de vivir una vida holgada, sin tener que estar, como los campesinos, bajo el sol trabajando.
Sin embargo, en el Renacimiento, como hasta ahora, las que más aparecen representadas son las mujeres jóvenes.
Como ves, el ideal de belleza no es eterno ni está determinado una vez y para siempre. Lo que hoy se considera "bello" ayer no lo fue y tal vez mañana tampoco lo sea.
Entonces, ¿para qué seguir cultivando el ideal de mujeres de figuras hiper delgadas y súper morenas? Mejor amarse a una mismo tal y como es, por lo que aloja en su corazón, y no por lo que un espejo social se fuerce por hacernos creer.
¡Confía en ti!
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