El cambio climático es una problemática que debería preocupar a todos los gobiernos del mundo por igual, porque afecta a todos los países, sin importar si son más o menos responsables de las acciones que llevan a intensificar este fenómeno.
Hoy sabemos que, si no hacemos algo pronto, el mundo que conocemos será muy diferente en unos pocos años. Algunas regiones se inundarán; otras perderán su flora y su fauna; los hielos (reservas de agua dulce) se derretirán; las temperaturas serán extremadamente frías o extremadamente cálidas; pero eso será lo de menos: estaremos preocupados por la falta de alimentos y de agua.
En 2015, la COP21 de París, que reunió a mandatarios de todo el mundo para discutir sobre cambio climático, logró un acuerdo que comprometía a 195 países a implementar políticas para frenar el cambio climático a partir de 2020.
Estados Unidos formaba parte del acuerdo, y eso fue entendido por muchos expertos como una gran noticia, porque se trata de uno de los países que más emisiones de dióxido de carbono emiten. En 2016, ratificó el acuerdo. Sin embargo, ese mismo año Donald Trump fue elegido presidente, y entre otras polémicas declaraciones afirmó que no creía que el cambio climático fuera una amenaza real.
Luego del acuerdo, mientras aún era presidente (¿pero tal vez demasiado tarde?), Barack Obama lanzó el "Plan Energía Limpia", con el objetivo de reducir las emisiones de dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero que contribuye al cambio climático.
Esta fue la medida más significativa de Obama contra el cambio climático, y obligaba a los propietarios de las plantas generadoras de energía a recortar un 32% sus emisiones de dióxido de carbono para 2030 respecto de los niveles de 2005. Las plantas (que generan energía a base de carbón) son responsables de alrededor del 40% de las emisiones de dióxido de carbono de Estados Unidos.
Ahora, Donald Trump ha cancelado por decreto ese plan, y suspendido la medida. Terminar con el Plan Energía Limpia había sido una de sus promesas de campaña, destinada a conquistar a los empresarios del carbón.
La orden firmada por Trump el 28 de Marzo, además, pone en marcha media docena de medidas para recuperar la producción de energías fósiles. La excusa es generar puestos de trabajo a partir de la producción de esas energías que, ya se sabe, están destruyendo el planeta.
¿Qué implica esta vuelta atrás?
La nueva orden de Trump deja atrás cualquier intento de disminuir los efectos del calentamiento global, que no solo afectan a otros países sino a Estados Unidos en carne propia: sus costas ya padecen la subida del nivel del mar, y todo su territorio, la subida de temperaturas.
Además, con la decisión se hace prácticamente imposible que Estados Unidos cumpla con su objetivo de reducir las emisiones en un 30% para 2030, por debajo de los niveles de 2005, como hasta ahora se había comprometido a intentar. Y queda en el aire su posibilidad de cumplir con el Acuerdo de París.
El cambio climático seguirá, entonces, afectando tanto a Estados Unidos como al resto del mundo. Una de las peores noticias es que hay países menos preparados que otros para enfrentarlo, y en muchos casos los que peor sufrirán (y están sufriendo) las consecuencias son los que menos emisiones de dióxido de carbono emiten.
Si estás interesado en el cambio climático, puedes ver aquí cómo el calentamiento global está transformando los paisajes del planeta.