Dentro de la dinámica de cualquier empresa, la relación "costo-beneficio" es, por lo general, la que más protagonismo tiene. Muchos empresarios tienen constantemente en su cabeza cómo hacer para ahorrar gastos y aumentar cada vez más sus ganancias. Sin embargo, muchas veces, en este afán de querer sacar el mayor rédito posible, perjudican a otros.
A esto se le llama "externalidades". ¿Qué quiere decir? Que los costos de la producción y/o el consumo no se reflejan en el precio de mercado; afectando a otros de manera indirecta, sin pagar por eso.
Por ejemplo, dentro de las externalidades negativas se encuentran la contaminación o los costos sociales, como el deterioro de la calidad de vida o la pérdida de puestos de trabajo.
Al respecto, un informe, realizado por la consultora ambiental Trucost en nombre del programa Economía de Ecosistemas y Biodiversidad (TEEB) y patrocinado por el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, estudió el "capital natural sin precio" consumido por los principales sectores industriales del mundo. Es decir, los recursos naturales que las empresas no pagan.
Según lo que señala, la mayor parte de estos costos que las empresas se ahorran son las emisiones de gases de efecto invernadero (38%); le siguen el uso del agua (25%), del suelo (24%), la contaminación del aire (7%), contaminación de agua y suelos (5 %), y generación de residuos (1 %).
Todo esto le "cuesta" a la economía mundial alrededor de $4.7 billones de dólares anuales por costos ambientales y sociales, pérdida de servicios ecosistémicos y contaminación.
Cuando compararon estos costos con las ganancias reportadas oficialmente, el informe señala que de no "ahorrarse" esto, ninguna sería rentable. Este valor que no se asume genera grandes márgenes de ganancia a las industrias más rentables del mundo, como las productoras de aceite, carne, tabaco, minería, y electrónica.
En Asia Oriental y Norteamérica, el sector productivo de mayor impacto es la generación de energía eléctrica con base en carbón; en el Sureste Asiático, la producción de arroz y trigo; y en Sudamérica, la ganadería y la agricultura.
Además, estos costos, por lo general, son asumidos por países en desarrollo, aun aunque los bienes y servicios luego producidos se consuman en todo el mundo.
Siendo que la explotación y demanda de recursos naturales cada vez es más intensa, al mismo tiempo que éstos son cada vez más escasos, ¿no será momento ya de pensar en un modo distinto de producir que sea realmente sostenible?