El domingo 3 de julio falleció en el zoológico argentino de Mendoza el oso polar Arturo, último oso polar en cautiverio en Argentina, que se había hecho conocido por su lamentable calidad de vida y había sido considerado el animal más triste del mundo por un periódico inglés. En el zoológico de Mendoza, en el que residía, fallecieron además decenas de animales en los últimos meses.
Arturo tenía 31 años. Nació en cautiverio en el zoológico de Colorado: su generación era la quinta en nacer prisionera del centro de atracciones.
Como si la vida en cautiverio no fuera de por sí suficientemente mala para un animal que debería vivir en el hielo, en 1993 fue trasladado al cálido clima de Mendoza, donde debió soportar cada verano temperaturas que superaban los 30ºC y que a veces alcanzaban los 40º. Vivió acompañado de una osa hembra, Pelusa, que falleció en 2012.
Hace algunos años, la historia y situación del oso Arturo se volvió conocida en el mundo entero, gracias a que un periódico británico lo describió como "el animal más triste del mundo".
El calor deterioraba constantemente su salud y además, el oso luego de la muerte de su compañera vivía solo. Estaba muy deprimido. Por eso los proteccionistas comenzaron a pelear para conseguir su liberación.
Finalmente, la campaña, que se realizó en 2014 y se viralizó en las redes sociales, juntó 420.000 firmas para que Arturo sea traslado a Canadá. Pero la historia no pudo tener el final feliz que merecía.
Las autoridades de la ciudad de Mendoza determinaron que la salud de Arturo, delicada luego de tantos años encerrado y en un clima desfavorable, no permitía el traslado. En realidad, ni siquiera llegaron a hacerse los estudios para determinar si volar le sería posible, porque los veterinarios sugirieron que la anestesia necesaria para realizarlos podría acabar con su vida.
Si bien en 2014 su traslado se impidió para no sedarlo, Arturo fue dormido en otra ocasión, meses atrás, por veterinarios de la Fundación Temaiken que llegaron a Mendoza a asistirlo luego del decaimiento y falta de apetito que había demostrado en los últimos tiempos.
Su salud se siguió deteriorando, hasta que el viernes 1 de julio de 2016 los veterinarios que lo atendían informaron que su estado era irreversible y que se acercaba su final.
Cuando su vida se apagó, el domingo por la tarde, muchos de los proteccionistas que velaron por él durante su vida se mostraron tristes pero a la vez tranquilos, porque Arturo estaba, por primera vez, en libertad.
Hace algunos días atrás, el Zoológico de Buenos Aires anunció que cerraría sus puertas para convertirse en un ecoparque. Sin embargo, noticias como la de la muerte de Arturo nos recuerdan que aun queda mucho por hacer para que todos los animales del planeta puedan vivir en libertad como merecen.