La autonomía se construye desde el nacimiento y es sostenida por el autoestima. Para que sea posible su construcción el niño debe ser reconocido, mirado, escuchado y hablado por su familia como otro diferente de sus hermanos, de sus primos, de sus amigos y también de sus padres. Esto implica reconocer sus ideas, gustos, intereses y emociones, que le son propias. El niño debe poder elegir y tomar decisiones por sí solo, aunque obviamente contando con el acompañamiento de sus padres.
La valía de los padres en la crianza de los hijos no reside en la diferencia de edad ni en la experiencia que los años vividos les pudieron aportar y que muchas veces parece autorizarlos para llamar al silencio los deseos o cuestionamientos de los más pequeños con frases descalificadoras o futuristas al estilo de “Cuando seas grande vas a entender, ahora hace lo que yo digo”. La grandeza de ser padres está en la perseverancia, el trabajo diario y la conciencia de que ser padres no es solo enseñar sino también aprender. El aprendizaje es mutuo y debe transitarse conjuntamente para que sea fructífero y saludable.
La educación de los niños hacia la independencia
Todos los niños deben ser educados para ser independientes, pero todos los niños no son iguales. Cada niño desarrolla capacidades de una forma distinta. Se puede pedir todo a todos, pero no se puede esperar que los resultados sean los mismos. Por ello es esencial conocer primero cuáles son las capacidades reales de cada niño, para poder ayudarle en su justa medida, y no solucionarle la tarea cuando él sea capaz de realizarla solo.
Se debe dar la oportunidad de experimentar, de equivocarse, de fallar o de acertar, y todo eso lleva un tiempo, según la edad y la capacidad de aprendizaje de cada niño. Cuando tu hijo, delante de una tarea, diga: “yo solo que ya soy mayor”, debes escucharle y respetar su decisión. Es más importante lo que dicen y cómo actúan los padres en ese proceso, que la disposición que tenga el niño. Una mayor autonomía favorece una buena autoestima, y que este camino conduce a una evolución sana en cuanto a las decisiones y las vivencias del niño en su día a día.
¿Por qué es importante?
El desarrollo de la autonomía personal es un objetivo prioritario en la educación de un niño. Dado que un niño autónomo es capaz de realizar por sí mismo tareas y actividades, el niño poco autónomo será, en cambio, dependiente, requerirá ayuda continua, tendrá poca iniciativa, y de alguna manera estará sobreprotegido.
Los niños con pocos hábitos de autonomía, generalmente presentan problemas de aprendizaje y de relación con los demás. De ahí la importancia de su desarrollo, normalmente cuando progresan en este aspecto, también lo hacen en su aprendizaje y relación con los demás
¿Qué hábitos enseñar y cómo hacerlo?
Como norma general todo aquello que el niño pueda hacer solo, siempre que no entrañe peligro, debe hacerlo él mismo. Por ello algunos aspectos cotidianos resultan fundamentales y nos orientan en los primeros pasos para la construcción de la autonomía. En primer lugar, la higiene y el autocuidado personal, por ejemplo: control de esfínteres, lavarse las manos sólo, cepillado de dientes, el baño, lavarse la cabeza, peinarse, etc. En segundo lugar, el vestido, es decir, ponerse distintas prendas, cuidarlas, guardarlas en el lugar adecuado, elegir la propia indumentaria. También la comida y la conducta alimentaria, es decir: comer solo, el uso de los distintos instrumentos, respetar unas normas de educación en la mesa, etc. Por último la vida en sociedad y en el hogar, los hábitos referentes a la relación con los demás, saludar a la gente conocida, escuchar, pedir por favor y dar las gracias, entre otros.
La mayoría de los niños funcionan muy bien con rutinas, luego lo ideal será conseguir que esos hábitos se conviertan en rutinarios. Lo primero es decidir lo que razonadamente le vamos a exigir, evitando pensamientos como: "prefiero hacerlo yo, lo hago antes y mejor". Debemos ser conscientes de exigir algo adecuado a su edad y presentar constancia (siempre, en todo lugar, con todos) Lo segundo es explicarle muy clarito y con pocas palabras qué es lo que queremos que haga, dándole seguridad. Es importante enseñarle realizándolo primero, repasando en voz alta mientras tanto y asegurarse de que haya comprendido. Por último y fundamental, ponerlo a practicar.
Algunas recomendaciones para los padres que quieren generar autonomía en sus hijos
- Permitirse el aprendizaje en la aventura de ser padres. Estar atentos a los mensajes que por medio de palabras, actitudes, acciones, deseos, alegrías, frustaciones, propuestas y cuestionamientos, los hijos les hacen llegar.
- Tener en cuenta que la escucha y el diálogo son tan importantes como el silencio, dependiendo la situación y el momento.
- Hacer espacio físico y emocional para los hijos. Permitir que tengan un lugar en la casa donde habitar pero también un espacio de libertad de expresión, participación, reconocimiento de su palabra, confianza e independencia en sus acciones, etc.
- Conocer los límites: cómo y cuándo. El límite es un corte necesario a una determinada situación que posibilita al niño ver algo nuevo, diferente, y superador de lo que ya no es. Es allí donde los padres deben acompañar al niño, guiándolos hacia una nueva oportunidad. En relación a la autonomía es importante que el chico aprenda a poner sus propios límites, es decir, que pueda decir si / no según lo desee, que pueda distinguir y discriminar lo que gusta de lo que no. Incentivar el y desarrollar actitudes de protección, de modo que cuando sienta que lo necesite pueda pedir ayuda.
- Es fundamental enseñar las responsabilidades. La casa puede ser un buen lugar en donde ayudar, desarrollar un espíritu cooperativo, valores y responsabilidades individuales y colectivas como pueden ser levantar la mesa, ayudar a lavar, tender la cama, acompañar a los mandados, y demás hábitos de la vida cotidiana. Es importante transmitir el mensaje de que la colaboración es tarea de todos y es parte de la dinámica organizacional de la familia, no una orden a cumplir donde algunos mandan y otros obedecen.
- Ser autoreflexivos y detenerse a pensar la tarea de ser padres, con la pareja o con amigos. Pensar con otros potencia la escucha y desarrolla la creatividad.
- No postergar el cumplimiento de los deseos y la resolución de los conflictos personales, de pareja o del grupo familiar. Esto ayuda a evitar que dichas situaciones se vuelvan crónicas y opaquen la convivencia entre los miembros de la familia. Los niños necesitan papás alegres, cariñosos, con sentido del humor y esperanzados en la vida, que resuelvan dificultades y realicen proyectos.
Desde que nacemos partimos hacia la construcción de nuestra autonomía. Por ello es importante permitir que todo lo que el niño pueda hacer solo y no corra peligro, lo haga. Incentivar la toma de decisiones ofreciéndole diferentes alternativas y acompañándolo en la aceptación de las consecuencias.
Un niño autónomo es aquel que es capaz de realiza por sí mismo aquellas tareas y actividades propias de los niños de su edad. Los padres deben acompañar este proceso, generar y guiar aprendizajes para que así sea. Lo que ayudará a que esta tarea sea enriquecedora en beneficio de ambas partes es entender que los hijos no son una prolongación de los pares. Entender entonces que la progresiva separación y diferenciación de los mismos es el primer paso hacia la construcción de su autonomía.