En una zona muy humilde y desértica de Lima, Perú, fueron alrededor de 50 las familias que decidieron que en sus casas, las plantas no tendrían un lugar accesorio. Ellas sembraron comestibles como lechugas, zanahorias y maracuyá, y también unas cuantas plantas ornamentales junto a sus viviendas.
Éste fue un proyecto impulsado por la Universidad de Washington y realizado junto con la comunidad de Eliseo Collazos. Habiendo comenzado en el 2013, ya todo el pueblo ha cambiado. Y esto, no es solo una cuestión subjetiva.
Un grupo de investigadores, diseñadores paisajistas y especialistas en salud midieron el impacto de los jardines en la comunidad; y comprobaron que en 12 meses, "la salud social y mental de los participantes había mejorado en un 30%".
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Además, las familias ahora se sienten más cómodas y orgullosas del lugar adonde viven, que es mucho más verde y recibe las visitas de aves y mariposas: "El cambio más perceptible es el de la estética de la casa, que tiene un impacto directo sobre la percepción de bienestar", señaló uno de los investigadores, y agregó: "La percepción de bienestar se refleja en el estrés y el estrés tiene una relación directa con la salud física".
"Me encanta que cuando siembras una planta crece y se hace hermosa. Yo hice este jardín que florece y estoy contenta", dijo a la BBC una de las vecinas; haciendo hincapié en la alegría que traen las plantas.
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El costado nutricional del proyecto es muy importante, porque gracias a esta iniciativa casi todas las familias tienen alguna planta comestible que pueden usar para cocinar. Y esto, en una situación de pobreza como la que viven, realmente representa una diferencia. Pueden comerla, venderla o bien intercambiarla por otras con sus vecinos.
Además, al hacer esto, la comunidad se unió entre sí, y esto es muy importante porque la solidaridad y cooperación puede ayudar mucho en casos de pobreza. Por eso, el proyecto también contempló la creación de espacios de recreación comunes, como un parque.
Mientras tanto, quien visita estas zonas de Lima pueden encontrarse con la comunidad más alegre y saludable, que se alza como una flor en medio del desierto.
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