Esa llamada que nunca llegó, esa amistad que terminó sin un cierre, ese mensaje que se quedó en visto. Parece que los pensamientos rumiantes siempre son por cosas pequeñas, pero en realidad esconden algo mucho más grande.
Llamamos pensamiento rumiante a ese que te da vueltas, que te acosa durante días y desaparece, pero cuando menos lo esperas regresa a acosarte por tiempo indefinido. Esos pensamientos que te persiguen al punto de no dejar que te concentres en los estudios, trabajo, en pláticas y reuniones.
Lo peor de todo es que cada persona tiene su propio pensamiento rumiante, su infierno personal en la cabeza. Puede ser por algo tan simple como cuando te humillaron con un comentario frente a tus compañeros y al bajar las escaleras se te ocurrió la respuesta perfecta, pero ya es demasiado tarde.
Puede ser tan complicado como esa amistad que era perfecta, pero que un día se silenció para siempre y no tienes idea de cómo o porqué, simplemente la comunicación terminó.
Dejar atrás los pensamientos rumiantes parece imposible, te atacan cuando menos lo esperas y se quedan contigo siempre más de lo esperado, pero con un poco de práctica puedes lograr superarlos y dejar que se difuminen tan fácil como llegan. Estas son algunas formas de superarlos.
Dedícales su tiempo
Dicen que al terminar una relación debes confrontarla, no evitarla. Es algo parecido con los pensamientos rumiantes.
En lugar de saber que estar ahí e intentar llevar tu vida normal, deja que llegue, se instale y duela.
Dedícale algunos minutos al día, siente las emociones, plantea esos escenarios imaginarios que siempre te afectan, pero también dale un límite de tiempo.
No dejes que te gane y consuma tu día, respeta su lugar, pero luego hazte respetar por él y aleja el pensamiento cuando sea tiempo.
Concéntrate en el ahora
Los pensamientos rumiantes son circulares, a veces incluso parecen infinitos, pues nos hacen partir de un punto, darle vueltas al asunto y regresar al mismo sitio sin nada resuelto y con nuevas posibilidades a explorar. Tanto que parece un eterno retorno psicológico. Sin embargo, una forma de atacar y vencer a los pensamientos rumiantes es a través de sentir el aquí y el ahora.
Entrena a tu mente para que no sólo piense en esas interrogantes dolorosas, sino que pueda pensar en cosas simples como "estoy caminando, estos son mis pasos y esta es mi respiración". Mentalizar tu existencia es una especie de meditación y sirve porque te concentras tanto en lo que estás haciendo y sintiendo, que no hay espacio para los pensamientos rumiantes. Obligas a dejar el pasado atrás pues vives en un estado de completo presente.
Cambia el pensamiento
En el cuento "The Cheaters Guide to Love", el protagonista está arrepentido de engañar a su exnovia y ahora vive deprimido por la culpa y la soledad. El pensamiento rumiante de todo lo que perdió y todo lo que no fue lo consume hasta el borde de pensamientos suicidas, pero en cierto punto encuentra que correr es una forma de alejar, por lo menos durante el tiempo en que corre, la tragedia de su vida personal.
No es sano cambiar una obsesión por otra, pero encontrar algo que amas o adentrarte en un pasatiempo que tienes cada vez que los pensamientos rumiantes aborden tu mente es una manera perfecta y saludable de lidiar con ellos.
Busca un futuro
Los pensamientos rumiantes son parte del pasado, concentrarte en tus sentidos es parte del presente y buscar nuevos horizontes está completamente en el futuro. Siempre habrá nuevos retos, actividades y lugares en tu horizonte. Los pensamientos rumiantes te obligan a quedarte en un lugar y estado mental, buscar nuevas experiencias es la medicina definitiva que te hará dejar atrás el pasado para siempre.
Ya sea en viajes a otro país o con otras personas, intentando visitar nuevos lugares o haciendo nuevas cosas lograrás desprenderte de la ansiedad y obsesión.
Los pensamientos rumiantes son parte de nosotros por la fragilidad de nuestra mente, no es una debilidad, es la constante búsqueda por querer darle cierre a todo y lamentablemente, a veces las cosas no terminan por una razón lógica. Simplemente nos queda aceptar que el tiempo es la mejor medicina y agradecer por lo que vivimos.