Nota por Carlos G. de Juan
Cada vez más personas denominan al siglo XXI como el siglo “líquido”, donde las estructuras dejan de ser estables y resistentes para ser adaptativas y resilientes, capaces de adaptarse al cambio y no, por el contrario, que el cambio se adapte a las estructuras. Ya lo anunciaba el escritorZygmunt Bauman en sus obras “Tiempos líquidos” o “Modernidad liquida”.
El avance en las comunicaciones, con factores clave como internet y las tecnologías digitales, ha propiciado este nuevo contexto líquido más parecido al modo de operar de la naturaleza con sus sistemas más abiertos y colaborativos. Es decir, hablamos de redes adaptativas en vez de estructuras rígidas o monolíticas.
Con esta nueva realidad basada en la hiperconexión, los cambios de gran escala suceden de forma más acelerada, con todas las oportunidades que se generan, pero también con todos los riesgos que pueden conllevar.
3 señales con alto potencial de poder activar la regeneración urbana-rural
1. El cambio del modelo de organización y del trabajo, pasando de un modelo de generación de valor centralizado y jerarquizado a un modelo distribuido y en red, donde las organizaciones generan impacto no tanto por su escala sino por su capacidad de cambio y alcance con las tecnologías digitales e internet. Estas nuevas organizaciones tienden a reducir de escala y formar parte de redes de colaboración o comunidades o ecosistemas colaborativos. De este modo, al reducir las escalas, la flexibilidad al cambio es mayor.
2. El auge del tejido profesional Freelance también toma relevancia con la expansión de espacios de trabajo colaborativos (coworkings) y el trabajo a distancia, que en consecuencia impulsa el surgimiento de un sector social-profesional denominado “Nómadas digitales”, personas que pueden trabajar desde cualquier parte del mundo con solo tener un buen acceso a internet.
3. La sobre-población en las ciudades, al incrementarse la emigración de personas de entornos rurales a urbanos a lo largo del siglo XX y XXI. Esto supone grandes desafíos a la sostenibilidad de las ciudades, las cuales tienen como todo ecosistema un límite de capacidad para sostener unas condiciones adecuadas para la vida. Los modelos de ciudades actuales son modelos extractivos, volviéndose agujeros negros que absorben y concentran energía, talentos y recursos para mantener su insostenible modelo generando un impacto en el entorno exterior próximo o lejano a la propia ciudad.
Con estas tres claves y bajo la premisa de que el problema es la solución, podemos ver que la despoblación en ámbitos rurales es una oportunidad para equilibrar la sobre-población de las ciudades teniendo en cuenta además la necesidad de regenerar la naturaleza explotada y abandonada y también las posibilidades de una cultura emergente más colaborativa, innovadora y distribuida que puede operar en cualquier lugar gracias a una mayor conectividad y agilidad en la replicabilidad.
Para movilizar la energía humana en este sentido será necesario proponer nuevos modelos de vida atractivos hacia los entornos rurales, contribuyendo al desarrollo regenerativo local y a la vez reducir la tendencia de centralización de las migraciones masivas a las ciudades, incluso ayudar a que el tamaño de las ciudades se reduzcan a una escala más humana y auto-sostenible, generando un modelo de desarrollo territorial más distribuido, creando una red, un tejido resiliente y armonizado con mayor número y diversidad de conexiones entre entornos rurales y entornos urbanos.
En resumen, estas tres señales abren un espacio de ilimitadas posibilidades para regenerar las relaciones entre lo rural y lo urbano, con modelos colaborativos que armonicen el desequilibrio de un modelo de crecimiento lineal e ilimitado propio del pensamiento del siglo XX que ya hoy se ha demostrado como modelo no válido e insostenible.
¿Y si la cuestión ya no es vivir del campo, sino vivir en el campo? ¿Y si la cuestión ya no es explotar la naturaleza, sino regenerar la naturaleza? Para responder estas preguntas, hay que explorar nuevos modelos de vida que sepan integrar las posibilidades del siglo XXI. En este sentido, la Generación Milenio, será en gran medida la responsable y principal generación en el desarrollo de la economía de los próximos 20 años. La transformación está en marcha.