El Planeta Tierra y sus vastas señales nos han venido poniendo en alerta. Hoy, en tiempos de crisis, no solo ambiental, sino que de igual manera social y económica, la naturaleza nos alerta de cómo el trato que hemos venido teniendo como humanidad contra ella ha estado marcada por diversos factores excepto por el respeto como matriz de acción.
La falta de conciencia que por el planeta hemos ejercido como individuos en nuestros modos de vida, y, por sobre todo, el comportamiento irresponsable de las grandes industrias –entre ellas, sin lugar a dudas, la Arquitectura y las prácticas a ella asociadas– nos golpean hoy en la cara al recibir de manera directa las consecuencias de este sistema que ha legitimado el uso y abuso de los recursos naturales.
El Planeta se ha pronunciado firmemente y de diferentes maneras. Hoy, lo hace a través de una pandemia que ya ha matado a millones de seres humanos, pero lo viene haciendo hace mucho más tiempo a través de los millones de árboles talados, las miles de especies en extinción y los cientos de cambios en el ecosistema que nos están llevando a una catástrofe de grandes proporciones, y que hoy sí nos perturba, pues nos afecta directamente.
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La protección del medio, y, por tanto, de todas las especies que en él habitan, es prioridad. Se necesita que quienes tienen en sus manos el control del mundo tomen reales cartas en el asunto, y fortalezcan la protección y la preservación de las bases naturales de la vida de todos los organismos.
El daño causado por el hombre debe ser corregido. El clima, los bosques y la protección del agua deben considerarse como criterios primordiales. La pregunta que debiéramos hacernos es: ¿qué hemos hecho en estos últimos 200 años que nuestro planeta se encuentra hoy en una de sus más dramáticas crisis, tal vez, la más catastrófica de su historia?
La Arquitectura no está ajena a esta labor. En el último tiempo hemos visto el asalto de lo que podríamos llamar un nuevo paradigma arquitectónico sostenible, es decir, un modo de concebir el diseño buscando la optimización de recursos en base a materiales y técnicas de construcción tales que produzcan el menor impacto ambiental a la hora de ejecutar un proyecto. Estos métodos incluyen considerar diversos factores, entre ellos las condiciones climáticas, hidrográficas y los ecosistemas del entorno en los que se construye.
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Además de la eficiencia y moderación en el uso de materiales de construcción se pone especial énfasis en la reducción del consumo de energía para, por ejemplo, calefacción, refrigeración, iluminación y otros equipamientos, priorizando sobre todo fuentes de energía renovables.
Todo esto genera mayores costos en lo inmediato, pero ¿cuál es el beneficio a largo plazo? La vida de la flora y fauna que en conjunto propician el que nuestra especie pueda seguir existiendo, que la arquitectura perviva, que los arquitectos, seres humanos, puedan seguir existiendo para perpetuarla, pues la cadena en este sentido es simple: nosotros necesitamos del medio que constituyen animales y flora vegetal, los necesitamos para perpetuarnos, mas ellos, ¿nos necesitan a nosotros? La respuesta salta a la vista.