El lunes pasado se informó de importantes fugas en los gasoductos Nord Stream 1 y 2, que liberan enormes cantidades de gas en el mar Báltico a la atmósfera. Las imágenes han mostrado la superficie del mar hirviendo, mientras el gas continúa saliendo de las tuberías a 80-110 metros bajo el nivel del mar. El impacto a largo plazo de la explosión es aún difícil de cuantificar.
ʺSegún la información de que disponemos, las fugas en el gasoducto Nord Stream no suponen ninguna amenaza grave para el medio ambiente marino del mar Bálticoʺ, dijo a DW un portavoz del Ministerio de Medio Ambiente alemán.
Según los expertos, sin embargo, el impacto climático a largo plazo de las emisiones será considerable.
"El efecto más directo de estas fugas de gas en el clima es la dosis adicional de metano que se lanza a la atmósfera, un potente gas de efecto invernaderoʺ, declaró Dave Reay, director ejecutivo del Instituto de Cambio Climático de la Universidad de Edimburgo.
ʺSin embargo, se trata de una pequeña burbuja en el océano, comparada con las enormes cantidades de metano que se emiten a diario, en todo el mundo, a causa de actividades como la extracción de petróleo, la minería de carbón y la fracturación hidráulicaʺ, añadió.
No obstante, todavía se desconoce la magnitud de las fugas de gas del Nord Stream.
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Las fugas de gas natural son un peligro para el medio ambiente
El metano es el principal componente del gas natural y es mucho más dañino que el dióxido de carbono, el mayor responsable del cambio climático. La única razón por la que el metano no es el mayor factor que contribuye al calentamiento global, es porque existe en menor cantidad que el CO2.
Las investigaciones han descubierto, además, que las emisiones de metano son 80 veces peores que las de dióxido de carbono en una escala de 20 años y ya son responsables de aproximadamente el 30% del calentamiento global.
El metano y el efecto invernadero
Los gases de efecto invernadero, como el metano, actúan como una manta que aísla a la Tierra. Absorben la energía y reducen la velocidad con la que el calor abandona el planeta, lo que se conoce como efecto invernadero.
Durante siglos, el efecto invernadero se ha producido de forma orgánica debido a la liberación natural de metano y dióxido de carbono, por parte de plantas, animales y zonas húmedas. Sin embargo, la actividad humana de los últimos 150 años ha provocado un enorme aumento de las emisiones artificiales de gases de efecto invernadero, lo que ha hecho que la temperatura global se dispare a un ritmo alarmante.
Los líderes mundiales han reconocido que reducir las emisiones de metano es vital para limitar el calentamiento global. En la conferencia climática mundial de la ONU COP26, celebrada a finales del año pasado, más de 100 países se comprometieron a reducir las emisiones de metano en un 30% para 2030.
Pero los gobiernos europeos han sido criticados por dar marcha atrás en sus compromisos. Las emisiones de gases de efecto invernadero son, actualmente, un 6% más altas que cuando se celebró la conferencia hace menos de un año.
En el caso de Alemania, desde el inicio de la guerra en Ucrania, se ha sustituido las importaciones de gas natural de Rusia recurriendo a soluciones a corto plazo, como la reapertura de plantas de carbón. Y es que el el 10% de la energía de Alemania procede del gas y, aunque el país ha almacenado suficiente para seguir funcionando durante algunos meses, esas reservas se agotarán en algún momento.
Por ahora, no está claro aún cómo afectará el cierre de los gasoductos Nord Stream a las estrategias energéticas de la Unión Europea en los próximos meses.
Fuente: DW