Cuando era nena, Natalia Mazzei (32) pasaba tardes enteras en el jardín de sus abuelos, en Lanús, enfrascada en observar la presencia invisible de la naturaleza. Tal cuestión consistía en examinar los árboles del fondo en busca de pieles de chicharras pegadas y en reconocer a cuanto pájaro pudiera del barrio. También levantaba todas las piedras del jardín para agarrar in fraganti a los bichos bolita y a cada uno de los sapos que tomaban sus siestas allí.
A Dafna Nudelman (36) la sensibilidad por la vida en todas sus formas también le viene de la niñez: ella recuerda que tenía un libro sobre ecología donde se hablaba del agujero en la capa de ozono y se mencionaba que el detergente podía ser dañino para la naturaleza debido a ciertos tóxicos. El libro proponía una acción: llamar a la empresa fabricante del detergente y preguntar si usaban esas sustancias: Dafna llamó… No le dieron bolilla, pero esa fue la primera gran acción de su compromiso ambiental.
“Sabemos es difícil salirse de este sistema que nos lleva a consumir, a desperdiciar, a seguir reproduciendo patrones que incrementan la crisis climática”, Natalia.
Manuela (33), quien pidió no divulgar su apellido, es oriunda de Olavarría y hoy residente y docente en La Plata, también devoraba de niña libros y documentales de animales que pasaban por Nat Geo, Discovery y Animal Planet. Pero en su caso, lo que terminó de provocar el click interno fue la experiencia de vivir en Inglaterra en 2018. Allá se encontró con una sociedad desmesurada de consumismo, tapada de plásticos y de basura en general.
Hoy, todas aquellas chicas curiosas y sensibles son adultas que militan la causa ambiental y aprovechan el poder de las redes para amplificar sus mensajes, compartiendo con sus seguidores reflexiones, consejos e información actualizada sobre ambientalismo y sustentabilidad. Son “influencers verdes” que proponen unir fuerzas para transformar la realidad. Publican en historias y reels sus experiencias reales y nos hablan del “activismo imperfecto”, una postura que nos invita a ir incorporando paulatinamente actitudes, acciones conscientes y responsables con el ambiente, y a no claudicar si nos cuesta o no podemos con todo a la vez.
La idea no es abrumar a nadie, sino que cada persona entienda sus ritmos y pueda elegir por dónde comenzar a transitar el cambio, ya que hay miles de acciones al alcance para hacer de este mundo un lugar mejor.
Desde sus trincheras digitales, las “influencers verdes”, comparten información sobre ambientalismo y sustentabilidad y nos proponen unir fuerzas para transformar la realidad.
El activismo imperfecto
“El fenómeno de los influencers ambientales se inserta en otro que explotó con la pandemia de Covid-19, que es el de la creación de contenidos para redes en general”, plantea Manuela, docente, activista y una de las principales responsables de instalar la agenda de la sustentabilidad en las redes sociales desde su cuenta de Instagram @verdeyconsciente, con más de 125 mil seguidores. “A partir del aislamiento social, muchas personas se volcaron masivamente a este tipo de contenidos; y en paralelo, empezamos a estar más tiempo en casa en contacto con nuestros hábitos y a registrar la manera en que gestionábamos los residuos o el impacto de nuestras acciones en el ambiente -recapitula Manuela-. Además, circulaban muchas noticias sobre la crisis ambiental y climática, y eso ayudó a despertar el interés”.
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“Yo digo que soy una ‘anti-influencer’ porque más bien busco influir en el anticonsumo y promover un consumo responsable y alternativo”, Dafna.
Algunas cuentas de IG se enfocan en noticias ambientales, otras en la gestión de residuos o en el consumo responsable. En la cuenta @verdeyconsciente podemos encontrar un poquito de todo y tal vez algo más sobre alimentación: ¿En qué lugar de la heladera poner las frutas y verduras para consumirlas más? ¿Qué hacer con los paquetes de yerba que no son reciclables (la mayoría)? ¿Qué tipo de trapos “eco” nos conviene usar en la cocina? Manuela también comparte recetas a base de plantas.
La abogada Natalia Mazzei, también influencer ambiental, reconoce que le “cayó una gran ficha” a partir de la creación de su cuenta IG @ecointensa en abril de 2019: “Me di cuenta de que necesitamos generar comunidad. Es muy difícil y agotador ser ambientalista en soledad. Hay mucha gente que se siente sola porque su familia y amigos no se involucran en estos temas. Ahí salen al rescate las redes, porque generan un espacio de contención. Es notable el fenómeno”, asegura la divulgadora, que cotidianamente participa como columnista del programa “Pasaron cosas”, de Radio con Vos, y en 2022 publicó el libro Una vida sustentable: ideas y consejos para cuidar nuestro planeta (Penguin).
Coincide con ella Manuela: “Es muy difícil a veces estar luchando contra la corriente. Por eso hablamos un poco también del ‘activismo imperfecto’, para mostrar que somos seres comunes que nos interesamos por tener un menor impacto o hacer un cambio en el planeta, pero que no podemos con todo -admite la docente-. Las redes nos permiten un contacto directo y personal con los demás. Detrás de cada IG, hay una persona que está mostrando su vida, sus rutinas, sus aciertos y sus fallas”.
El “activismo imperfecto”, nos invita a ir incorporando paulatinamente actitudes, acciones conscientes y responsables con el ambiente, y a no claudicar si nos cuesta o no podemos con todo a la vez.
Compartir el cambio
¿Pero es acaso la palabra “influencer” la más acertada para referirnos a personas que nos invitan a desautomatizar la ansiedad consumista? Quien opina ahora es Dafna Nudelman, divulgadora a través de la cuenta de Instagram @lalocadeltaper y especialista en economía circular: “Me tomo un poco en broma lo de influencer. Siento que está muy relacionado con influenciar el consumo. Yo digo que soy una ‘anti-influencer’ porque más bien busco influir en el anticonsumo y promover un consumo responsable y alternativo. Mi objetivo es que mis seguidores reflexionen sobre un consumo consciente, crítico y reflexivo. Para mí, es primordial entender que necesitamos menos cosas y que muchos consumos son impulsivos y fruto de estrategias de marketing que benefician al sistema y al comercio, pero no necesariamente a nosotros ni al ambiente”.
A la par de las redes, Dafna se desempeña como consultora y asesora para empresas en términos de estrategias de economía circular y comunicación ambiental. Parte de su trabajo consiste en ayudar a las compañías que desean cambiar su cultura corporativa o mejorar su impacto. “La educación ambiental es fundamental para generar en las empresas un enfoque consciente y responsable en sus operaciones”, asegura.
La idea es que cada persona entienda sus ritmos y pueda elegir por dónde comenzar a transitar el cambio para hacer de este mundo un lugar mejor.
¿Cómo nace una influencer? ¿Cómo fueron transformándose las consignas y búsquedas de los ambientalismos hasta traducirse en una historia o un reel? Dafna cuenta que @lalocadeltaper empezó casi por casualidad en una heladería: “Yo ya era ‘la loca de la cucharita’, ya que solía pedir un vasito y siempre sin cucharita, lo cual era una proeza, ya que los heladeros tienen incorporado el gesto de entregarla junto al helado. Un día quise ir a comprar helado con mi propio taper. Estaba cansada de acumular envases de telgopor y sabía que es un material muy difícil de reciclar debido a que está compuesto en un 98% por aire y solo un 2% por plástico. Entonces saqué una foto del momento y la compartí en mi Instagram personal, y también la envié por WhatsApp a personas que compartían mis ideas y estilo de vida. Un amigo me sugirió que la publicara en Facebook y tuve mucha repercusión. Algunos mencionaron que el nombre la loca del taper tenía gancho y que el mensaje de reducir este tipo de plásticos era muy interesante. Abrí entonces la cuenta de Instagram”.
“Hablamos del ‘activismo imperfecto’ porque somos seres comunes que tenemos voluntad de tener un menor impacto o hacer un cambio en el planeta, pero no podemos con todo”, Manuela.
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Manuela confiesa que la conmueve el alcance que pueden tener sus palabras y lo que provocan a veces en las vidas de otros. “Muchos me escriben para contarme que dejaron de comer animales o que pudieron cambiar algún pequeño hábito a partir de mis publicaciones. Además, el público se renueva. Siempre hay gente que no sabe sobre la huella hídrica o la de carbono, o que tal vez piensa que una bolsa de papel es mejor que una de plástico, o una bolsa de friselina mejor que una de papel. Hay mucha confusión también provocada por el exceso de info. No saber no es algo malo, siempre y cuando se adopte una postura de apertura a lo nuevo”.
Natalia Mazzei destaca que a la hora de comunicar cuestiones ambientales, “es central enfatizar que el sistema en que vivimos es realmente muy complicado. Nos lleva a consumir, a desperdiciar, a seguir reproduciendo patrones que incrementan la crisis climática. Sabemos que es difícil salirse. Creo que la gente se siente identificada sabiendo que somos personas comunes, y por otro lado, está bombardeada de noticias malas sobre la crisis. Por eso surge la necesidad de pasar a la acción y conectarse con otros que estén en la misma: tomar conciencia de lo que podemos empezar a cambiar en los hábitos hogareños, hacerme responsable de mi consumo, mis residuos, etcétera. Yo creo que la gente necesita eso; sentirse parte de nuevo de la solución.”