En los últimos años, las emisiones de dióxido de carbono generadas por actividades humanas han aumentado notablemente, perjudicando la salud del planeta. El exceso de este gas de efecto invernadero es una de las principales causas del calentamiento global y, por lo tanto, del estado de emergencia climática del planeta.

Reducir las emisiones de CO2 se ha convertido en una de las acciones primordiales para enfrentar la crisis climática. La reforestación y la protección de los bosques y selvas son medidas esenciales, ya que los árboles, además de producir oxígeno, capturan el CO2. Sin embargo, también existen otros ecosistemas que almacenan naturalmente el dióxido de carbono.

Se trata de los ecosistemas marinos y costeros como los manglares, marismas y pastos marinos, que secuestran y almacenan cantidades significativas de CO2. Por ello se refiere como “carbono azul” a aquel atrapado bajo el agua.

Los científicos los llaman “pozos de carbono” y, si bien son mucho más pequeños que los bosques, secuestran el carbono a un ritmo más acelerado y lo pueden mantener atrapado durante largos períodos de tiempo, desde siglos hasta milenios.

Su papel en la mitigación del cambio climático es muy significativa. Por ejemplo, un área determinada de bosque de manglares puede almacenar hasta 10 veces más carbono que la misma área de un bosque terrestre, según datos de Conservación Internacional.

Bosque de manglares en la isla de Siargao, Filipinas.

La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas de México, un país con importantes pozos de carbono, señala que en un año los ecosistemas de carbono azul “secuestran una cantidad de carbono equivalente a casi la mitad de las emisiones generadas por el transporte a escala mundial”.

Los ecosistemas de carbono azul, asimismo, cumplen un rol esencial tanto para preservar la biodiversidad como para proteger el clima: son el hábitat de una gran diversidad de especies y ayudan a mantener la calidad del agua en las costas.

Lamentablemente, los expertos advierten que los pozos de carbono azul están en peligro: a nivel mundial, se han perdido la mitad de los manglares del mundo desde 1940, una cuarta parte de las marismas desde el siglo XIX, y la mitad de los pastos marinos desde 1990, según datos oficiales. Esto se debe en gran parte a la construcción de estanques para el cultivo de camarones y peces, a la construcción de represas, la cosecha de leña, y la contaminación.

El principal efecto negativo de la destrucción de estos ecosistemas es la gran liberación de CO2 a la atmósfera. La Iniciativa de Carbono Azul, apoyada por la Unesco, estima que cada año se liberan más de mil millones de toneladas de CO2 que estaba almacenado en los pozos de carbono. Además, su desaparición afecta a la población costera, ya que los ecosistemas actúan como amortiguadores naturales de olas, inundaciones y tormentas.

Hasta la fecha, los gobiernos no han incorporado el carbono azul en su agenda de políticas y acciones de mitigación del cambio climático. No obstante, en los últimos años se han desarrollado varias iniciativas de conservación del carbono azul y para preservar y restaurar los ecosistemas marinos y costeros, como la Alianza Internacional de Carbono Azul y la Iniciativa de Carbono Azul.

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Fuente:

Conservation