Ámsterdam, capital de Holanda, es una de las ciudades del mundo en las que más se utilizan las bicicletas como medio de transporte. Cerca de un millón de ellas se venden al año en la ciudad, pero por su uso frecuente y recambio, también muchas son abandonadas.
Entre 12 y 15 mil bicicletas son abandonadas cada año en esta ciudad.
La gran grúa que extrae bicicletas oxidadas del fondo de los canales de Ámsterdam es una imagen ya clásica de esta ciudad, que cuenta con más bicicletas que habitantes.
Frente a esa situación, surgieron proyectos que buscan recuperar las bicicletas descartadas, reciclarlas y volver a ponerlas en circulación, para reducir el impacto ambiental de ese desperdicio. Lo mejor es que muchos de esas iniciativas tienen también fines sociales, ya que emplean a personas que por algún motivo fueron desplazadas del mercado laboral formal, para que trabajen recuperando este valioso medio de transporte.
Uno de estos proyectos es Roetz, que trabaja con materiales sostenibles, como las maderas de haya y bambú, para que estas bicicletas no solo puedan volver a estar en funcionamiento, sino que se conviertan en modelos elegantes y con un acabado que cuida todos sus detalles.
En su web, quienes lideran el proyecto Roetz explican que están convencidos de que sus marcos de acero reutilizados son más resistentes que los modernos; y que fabricar bicicletas fuertes al mismo tiempo que contribuyen a reducir la cantidad de residuos de la ciudad, los llena de orgullo.
Pero lo más innovador de esta propuesta, es que en sus talleres capacitan a personas que provienen generalmente de centros sociales para que desarrollen tareas de pintura, trabajo de madera o mantenimiento de bicicletas. De esta manera, les ofrecen la posibilidad de comenzar a tener un oficio.
El equipo de Roetz, como el de otras iniciativas similares, consiste en hombres que por alguna razón fueron alejados del mercado de trabajo, pero que tienen habilidades técnicas y ganas de volver a trabajar.
El proyecto tiene mucho más que una cara positiva: por un lado es sostenible y revierte la situación de los residuos generados por las bicicletas viejas. Por otro, ayuda a personas que han sido marginadas del mercado del trabajo a reinsertarse en la sociedad, y además promueve el uso de la bicicleta como medio de transporte, que es mucho más saludable, mejora el tránsito, y es mucho más amigable con el medio ambiente.
Esta iniciativa solidaria y sostenible, que ofrece una segunda oportunidad tanto a las bicicletas como a las personas, es un ejemplo de cómo las buenas ideas pueden ponerse en marcha para transformar el mundo.
En este video puedes ver cómo una grúa recoge bicicletas oxidadas de uno de los canales: