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El tiempo avanza y el mundo se transforma. La imperceptibilidad de los pequeños cambios nos permite seguir habitando el planeta con poco registro del impacto de nuestras acciones. Pero, de vez en cuando, se nos revelan determinados eventos que nos ponen cara a cara con la importancia de nuestra presencia, con la interdependencia que nos sujeta y con la oportunidad de incidir de la mejor manera para nuestra generación y las que nos suceden.
En esta Semana del Medio Ambiente, transitamos aún un escenario inquietante en todo el mundo por la permanencia de la pandemia de la COVID-19 y sus consecuencias. Esta experiencia global nos ha permitido reflexionar sobre distintas cuestiones, pero fundamentalmente sobre lo finita de nuestra existencia y la necesidad de una perspectiva colaborativa y humanitaria para afrontar los grandes desafíos de nuestra era.
Las nuevas generaciones han tomado el mensaje de la comunidad científica como bandera y buscan transformar su energía en acciones de impacto para cambiar el curso de la historia. La crisis climática pone en serio riesgo nuestros entornos afectando directamente el acceso a los bienes públicos esenciales como el agua y la tierra; y a los derechos humanos como la salud, el trabajo y la vivienda. Esta #GeneraciónRestauración sabe que no hay tiempo que perder y que cada aporte cuenta.
La transición hacia un modelo de desarrollo sostenible necesita de la colaboración colectiva de todos los sectores con una visión hacia la naturaleza. Es por eso que día a día germinan en todo el planeta las iniciativas de impacto positivo, las soluciones verdes que promueven una idea de resiliencia y restauración cuidando nuestro medio ambiente para el buen vivir.
En ese enfoque se inscriben las soluciones basadas en la naturaleza. Son acciones que abordan retos sociales a través de “la protección, la gestión sostenible y la restauración de ecosistemas, beneficiando tanto a la biodiversidad como al bienestar humano”, según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Se asientan en la convicción de que es necesario trabajar juntos para enfrentar los desafíos que la crisis climática nos presenta.
Como muestra del caso, es elocuente su impacto en la temática del agua y la inversión en el cuidado de los recursos hídricos como fuente de desarrollo de cualquier ecosistema. La infraestructura natural es un activo natural esencial que apoya los modos de subsistencia de las comunidades e interviene en la mitigación de los efectos del cambio climático con sus consecuentes desastres naturales. Sin embargo, la evidencia indica que las soluciones basadas en la naturaleza representan menos del 5% del gasto total en gestión de recursos hídricos, aún produciendo ganancias extraordinarias tras el impacto positivo en las cadenas de valor.
Las SbN tienen un especial potencial para encarar los desafíos vinculados a la crisis de agua, particularmente los relacionados con el agua para la agricultura, la reducción del riesgo de desastres naturales y la mejora del acceso y calidad. Estas acciones están inspiradas y respaldadas por la naturaleza al usar o imitar los procesos naturales para contribuir a la gestión integral del agua.
Este compromiso por cambiar el modo de encarar los desafíos globales y la construcción de acuerdos y estándares, son una estrategia para convencernos los unos a los otros de que no sólo es necesario, sino que además es rentable hacerlo. Si nuestro modo de desarrollo deteriora los ecosistemas que nos contienen, está perjudicando directamente a la biodiversidad que en ellos habita y de la que formamos parte. Es por eso que debemos bregar por un modelo de crecimiento que pueda potenciar, regenerar y restaurar nuestros entornos, para generar inversiones de impacto que estimulen un ciclo virtuoso y de bienestar.
