Por Cristina Ayala y Marissa Peña
Algunas de las ideas más popularizadas respecto al cuidado del ambiente están relacionadas con reducir el uso de sorbetes y bolsas de plástico. Aunque es cierto que el uso de estos productos dañan de forma importante al planeta, suplantarlos por productos “verdes” mientras continuamos con un modelo de consumo desmedido no es suficiente para asegurar un desarrollo sostenible.
Para transitar hacia formas de consumo que reduzcan nuestro impacto en el planeta, es necesario empezar a preguntarnos antes de consumir: ¿realmente necesito esto? ¿Puede ser sustituido por algo que ya tengo? ¿Puede alguien prestármelo? ¿Podría rentarlo?
Si aún así necesitas comprarlo, piensa en el ciclo de vida del producto, ¿cómo fue la extracción de materia prima para su realización? ¿De dónde viene? ¿Qué energía se utilizó para elaborarlo? ¿Libera tóxicos al suelo, agua o aire durante su fabricación, uso o desecho? ¿Qué tan larga es su vida útil? ¿Bajo qué condiciones se fabricó? ¿Qué empaque lleva? ¿Cómo se desecha?
[También te puede interesar: ¿Quieres salvar al planeta y no sabes por dónde empezar?]
Puede parecerte que son demasiadas preguntas o que es imposible saber todas estas cosas. Si bien no sabemos toda la información de un producto, es importante tener la mayor cantidad de datos posible para tomar decisiones conscientes.
El producto ideal está fabricado con materia prima local, libre de tóxicos y de calidad suficiente que alarga su tiempo de uso. Viene sin empaques, en empaques reutilizables o en el peor de los casos en materiales reciclables. Se distribuye de manera local o recorre pocos kilómetros hasta llegar a ti. No deja desperdicios luego de su uso ya que se devuelve a la empresa para ser rellenado, o se desintegra. Además, se elabora bajo la premisa de comercio justo y en condiciones de trabajo dignas.
Sabemos que no siempre es posible encontrar productos así, pero podemos tener en mente las características que debemos buscar. Estos criterios aplican para tu consumo de comida, ropa, bienes, cuidado personal y hasta medios de transporte.
Por ejemplo, la moda rápida o fast fashion desecha 11 millones de prendas cada semana junto a sus consumidores. Esta ropa, al ser de mala calidad, se usa y se tira en un tiempo muy corto. Eligiendo en su lugar calidad sobre cantidad, puedes intercambiar ropa con conocidos o comprar ropa vintage para reducir tu impacto en el planeta.
[También te puede interesar: Cómo incorporar el hábito de reparar, reutilizar e intercambiar]
Estos cambios pueden parecer marginales, pero se potencian cuando consideramos a toda la sociedad realizándolos.
Finalmente, para que realmente podamos utilizar los recursos de forma que no comprometamos las necesidades humanas futuras, necesitamos romper el paradigma de desarrollo y modificar la forma en que nos relacionamos con los productos: desligar nuestra idea de progreso, éxito o felicidad con la compra de cosas.
¿Quién no ha buscado en las tiendas consuelo ante una tristeza? ¿Quién no ha celebrado un éxito comprando algo que no necesita, pero que materializa su logro ante los demás? Para que la sociedad pueda transitar hacia patrones de consumo más responsables, no solo es necesario que tomemos conciencia respecto a la situación planetaria, sino que también repensemos los motivos que nos llevan a consumir de esta forma.