El Río Paraná atraviesa una bajante excepcional no solo por lo pronunciada, sino también por lo prolongada. Y, según proyecciones elaboradas desde Argentina en el Instituto Nacional del Agua (INA), esta situación se profundizará hasta llegar, con mucha probabilidad, a ser la peor jamás registrada.
En un informe publicado esta semana, ese organismo presenta tres escenarios, en dos de los tres, se estima que la falta de agua será más severa que en 1944, la mayor bajante desde que hay registros: ese año, el 10 de septiembre, la altura del río en Rosario llegó a -1,39.
Ahora, desde el INA calculan que “si la bajante continúa como hasta ahora” (escenario 1) el nivel más bajo este año será de -1,35 en noviembre. Si se agrava más (escenario 2), llegaría a los -1,49. Por último, el escenario 3 es el peor: el nivel del agua descendería hasta -1,61 metros “con mayor prolongación de la bajante”.
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Problemática ambiental
El Paraná, con más de 5000 kilómetros de largo atraviesa desde mediados de 2019 una bajante histórica que ya es la más pronunciada del último medio siglo. Este 21 de julio el río midió -0,23 metros cuando en un año “normal” llega a los 3,20 metros durante el invierno.
Las faltas de lluvias en el sur de Brasil, que padece la peor sequía en 90 años, recortaron su caudal al 50% de sus niveles históricos, según los reportes que cada mes hace la represa Yacyretá.
Como destacan los científicos, no es la primera vez que el río se retira y marca niveles muy bajos, ya que de forma natural alterna ciclos de aguas bajas y aguas altas.
Sin embargo, algo cambió en los últimos 30 años, tanto en la atmósfera como en la tierra: la variabilidad climática y las profundas modificaciones en los usos del suelo en toda la cuenca abren interrogantes sobre la capacidad de respuesta del gigante marrón.
Juan Borus, el subgerente de Sistemas de Información y Alerta Hidrológico del Instituto Nacional del Agua, contó que desde que existe el organismo (1983) “nunca se vio algo así”, en referencia a la bajante actual.
Con muchos años de experiencia, Borus explicó que la variabilidad cada vez mayor del clima, así como las modificaciones en la cuenca, hacen imposible hacer predicciones a largo plazo, por lo que prefieren trabajar con escenarios.
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Por su parte, Andrés Sciara, exdirector del acuario del río Paraná ubicado en Rosario, aportó: “Hay muchas hipótesis que indican que la deforestación en la selva amazónica afecta los flujos de precipitaciones. Las quemas y los endicamientos para hacer ganadería son la muerte del sistema”.
En un registro ecológico, las diferentes poblaciones de peces del río resultan muy afectadas por las alteraciones ambientales, ya que precisan del complejo sistema de lagunas y riachos para llevar adelante sus ciclos reproductivos, explicó Sciara.
Además agregó que “desde 2015 que no hay ninguna gran inundación que genere el espacio de cría necesario para un nuevo gran grupo de peces. Si la bajante continúa, aquellos peces más extraídos pueden tener una situación crítica a futuro”.
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La cuenca fue fuertemente modificada en las últimas décadas y hoy el Paraná es un río “multifragmentado” por la acción humana en una larga lista que incluye deforestación, quemas, represas, puentes, rutas, dragado, pesca industrial, turismo y desarrollos inmobiliarios.
Carlos Ramonell, investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la Universidad Nacional del Litoral, opinó que las chances de que esto ocurra antes del año próximo son remotas. “Para que la condición de bajante se revierta tiene que llover en el extremo norte de la cuenca, en Brasil, donde la temporada de precipitaciones comienza en octubre”.
Según el experto, esta previsión entrega una sola respuesta por el momento, que la condición de bajante se siga agravando al menos hasta finales de año. Para saber la magnitud de una eventual futura creciente, habrá que esperar las lluvias de la primavera en Brasil. “Recién en noviembre podremos hacer una nueva predicción”, agregó.
Fuente: lanacion.com.ar