Podemos decir sin dudas que la calle es un reflejo claro de la forma en que nos organizamos como sociedad. La calle es también una expresión física y visual de la forma en que tomamos decisiones y cuáles son nuestras prioridades. Durante muchos años, las ciudades, en especial las grandes metrópolis, han priorizado la velocidad que un automóvil puede ofrecer y han dejado de lado a las personas más vulnerables que se trasladan de otras maneras.
El precio que hemos pagado como sociedad por ese modelo de ciudad es bastante alto: accidentes viales; un aire muy contaminado; un planeta que se calienta, un clima que está cambiando y una desigualdad entre las personas que usan el espacio público.
Afortunadamente cada vez son más las ciudades alrededor del mundo en las que esta situación no ha pasado desapercibida y las calles se han comenzado a adaptar de tal manera que ofrezcan un espacio seguro, digno, eficiente y confiable para todas las personas sin importar cómo se trasladen. A ese nuevo modelo vial lo llamamos “calle completa”.
Una calle completa comienza rediseñando las banquetas, bajo el entendido de que las personas peatonas son las más vulnerables en el uso del espacio público y recordando que esta categoría incluye también a aquellas personas con discapacidades y que requieren de una infraestructura especial para poder tener una autonomía en sus traslados. Son millones las personas discapacitadas que por la falta de calles accesibles no tienen otra opción que permanecer en casa.
La calle completa también genera un espacio para quienes optan por alternativas de movilidad activa, como lo es la bicicleta. Un espacio segregado del arroyo vehicular contribuye enormemente a reducir la posibilidad de accidentes viales y se ha demostrado que es un incentivo que ha motivado a muchas personas a cambiar sus hábitos de movilidad, teniendo beneficios ambientales bastante positivos.
Por su parte, el transporte público también tiene un carril especial en este modelo urbano. Ya hay muchos casos exitosos que demuestran cómo este tipo de infraestructura permite aumentar la eficiencia del servicio y la satisfacción de sus usuarios. El aumento e instalación de autobuses modernos -en casos como el de Santiago de Chile se ven ya unidades eléctricas- y estaciones seguras han animado a muchas personas a reducir el uso del auto y a hacer del transporte público su modo de transporte más utilizado. Aquí otro punto para el ambiente.
En último lugar, aunque no menos importante, están los carriles destinados al auto. Hablar del modelo de calles completas ha despertado en algunos casos la reticencia de algunas personas, ya que en apariencia podría objetarse que se quita espacio al auto, pero en realidad se están optimizando las alternativas y con ello generando una diversidad de opciones de traslados de alta calidad y seguridad.
Verdaderamente transformar nuestras calles será una completa victoria para el medio ambiente y para nuestras sociedades. Vale la pena intentarlo.
Especialista en Ciudades Sustentables en Greenpeace México