* Por Claudia Campero, estratega para Movilización Urbana en Greenpeace México, A.C.
Si planteamos esta pregunta en una ciudad, una respuesta que muy posiblemente recibiremos es “de la llave”. Frecuentemente las personas que habitamos las ciudades no pensamos en el agua mientras precisamente salga de la llave. La historia no es la misma para todas. En muchas ciudades del mundo hay personas que cotidianamente no sólo tienen que pensar en el agua, tienen que invertir tiempo, esfuerzo y dinero en conseguirla. Esta tarea generalmente es realizada por las mujeres. Ellas son las que deben caminar a la toma, al río, al manantial o gestionar una pipa de agua.
En este punto, empieza a ser un poco más claro que el agua no viene de la llave. Si miramos con un poco más de atención, empezaremos a ver que el agua viene de los ecosistemas. Cada ciudad obtiene el agua de diferentes sitios: manantiales, ríos, presas, agua subterránea. A su vez, cada una de estas fuentes de agua tiene sus retos pues aunque en teoría el agua se renueva, hay límites a los volúmenes que podemos utilizar.
Digo que en teoría se renueva, porque hay modificaciones al entorno que hemos hecho la humanidad que ya no permiten que esto suceda. Por ejemplo, si el agua que usamos proviene de glaciares pero por el calentamiento global están desapareciendo, esa agua ya no se renueva. Si el agua es subterránea pero la estamos extrayendo a mayor velocidad de la que se está infiltrando, pues tampoco se renueva.
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el desafío de repensar su gestión
Otro gran reto para obtener agua es que se necesita energía para moverla del ecosistema a donde la sociedad la quiere usar. Esta energía en su mayoría es obtenida a través de la quema de combustibles fósiles. En Ciudad de México, este costo energético es muy alto porque la mayoría del agua se obtiene de pozos y una cuarta parte se obtiene de un sistema de presas que está a menor altitud que la ciudad. Para que sea recibida en la ciudad esta agua tiene que bombearse en total un kilómetro de altura que equivale al consumo eléctrico de la ciudad de Puebla. Evidentemente, los combustibles fósiles que hacen esto posible no son renovables y mover el agua de esta forma representa costos económicos, ambientales y de salud que debiéramos cuestionar.
La manera que gestionamos el agua agrava la crisis climática y, a su vez, la crisis climática pone en jaque la forma en que mal gestionamos el agua. Repensar cómo devolvemos esa capacidad de renovarse al agua para poder usarla de forma responsable y equitativa es una prioridad urgente porque los retos solamente seguirán creciendo. Conservar y regenerar los ecosistemas que nos dan el agua es indispensable. Cuestionar las megaobras que destruyen ecosistemas mientras pretenden resolver un problema pero en realidad generan muchos más es también impostergable.