¿Sabías que el 60% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero están ocasionadas por el sobreconsumo? Sí, todo lo que consumimos y compramos tiene una huella de carbono que contribuye al cambio climático, desde nuestros alimentos hasta el calzado y la ropa que vestimos, pasando por el transporte que utilizamos y la energía con la que alumbramos nuestros hogares.
Sin embargo, entre las opciones de consumo que existen podemos encontrar alternativas más bajas en carbono y menos dañinas para nuestro planeta, así como socialmente más justas. Estas alternativas pueden enmarcarse en lo que conocemos como consumo responsable.
El consumo responsable implica que nos replanteemos nuestras necesidades para satisfacerlas de una forma que contribuya a una sociedad sostenible y justa. Esto solo es posible usando nuestro poder para decidir y optar por opciones que contribuyan a transformar nuestras relaciones con el planeta y con otras personas, y a construir modelos de producción y consumo alternativos al dominante sistema capitalista.
Para alcanzar un modelo de producción y consumo responsables debemos transformar nuestras decisiones de consumo más allá de la elección de cierta marca o cierto lugar de compra. Así, para convertirnos en consumidores responsables no basta con seguir yendo al supermercado y elegir productos etiquetados como “bio” o “eco”, o cuyo marketing indique que apoyan causas sociales o ambientales, ya que muchos de ellos siguen anclados en el modelo capitalista de consumo masivo que nos ha llevado a la crisis ambiental en la que nos hallamos en la actualidad.
Esto es así desde el lugar que elegimos para hacer las compras, el supermercado, el cual pertenece a grandes empresas y ofrece productos de grandes marcas, importados (lo que implica una mayor huella de carbono por su traslado en largas distancias), empaquetados en plásticos y otros materiales de un solo uso (lo que genera más residuos), y ultraprocesados (de alto valor calórico y bajo valor nutricional). Así que, aunque estos productos se pinten superficialmente de verde, siguen ocasionando graves daños a la salud del planeta y a la nuestra.
Por todo esto, para ser realmente consumidores responsables debemos transformarnos de forma más profunda y adquirir nuevos estilos de vida más sustentables y socialmente justos.
Ser consumidores responsables, implica que reflexionemos individualmente antes de adquirir nuevos productos, preguntándonos si realmente los necesitamos, de dónde vienen, si se produjeron localmente o en algún país lejano bajo mano de obra mal pagada, y a dónde irán una vez que los dejemos de usar, si podemos extender su vida útil o si se convertirán en un residuo.
Podemos dejar atrás supermercados y centros comerciales, para optar por productos locales y artesanales. Consumiendo local apoyamos la economía de nuestras comunidades, no el enriquecimiento de grandes empresas, y tenemos acceso a alimentos más frescos, sanos y naturales, muchos de los cuales pueden venir incluso sin empaques, ya que no necesitan trasladarse por distancias largas, lo que también reduce sus emisiones.
Elegir las alternativas de mercado que implican la mínima intermediación posible, son cercanos y promueven una relación entre consumidores y productores es lo ideal. Además de que la mayoría de las veces, ofrecen productos cultivados y criados mediante prácticas agropecuarias ecológicas. Los alimentos producidos ecológicamente respetan los ciclos de la naturaleza, los derechos humanos de quienes producen y son buenos para nuestra salud y los ecosistemas.
Así también, este nuevo estilo de vida implica dejar de lado un poco de la conveniencia y la comodidad que las grandes marcas nos han vendido, para hacernos más responsables con los productos que compramos. Por ejemplo, con tal de hacer frente a la contaminación plástica que ahoga nuestros océanos, podemos cambiar la conveniencia de no tener que lavar un producto de plástico desechable, ya que lo tiraremos a la basura después de usarlo; por el pequeño esfuerzo adicional de lavar nuestros reutilizables (vasos, utensilios, bolsas, etc.). Esto nos traerá la satisfacción y el cumplimiento de nuestro deber ciudadano de proteger nuestro planeta.
De la misma forma, ser ambientalmente responsables implica que estemos dispuestos a reutilizar lo que ya tenemos en casa, a intercambiar artículos con otras personas, a realizar donaciones de prendas/zapatos/otros artículos a personas que los necesiten y a reparar o renovar nuestros objetos, todo para extender la vida útil de los mismos y evitar así consumir y consumir nuevos productos.
No podemos seguir alimentando el modelo de consumo masivo sin límites que domina nuestra sociedad, ya que no es ambientalmente sostenible ni socialmente equitativo. Nuestro planeta y nuestra comunidad exigen una mayor responsabilidad de nuestra parte, consumir menos y mejor es el camino.