¿Alguna vez te preguntaste cuánta agua gastas para hacer una taza de té o café? Si crees que solamente utilizas el agua para hacer la infusión que estás bebiendo, te equivocas. Detrás de las hojas o granos que consumes, existen otros gastos de agua potable a tener en cuenta.
Esta huella hídrica suma todos los consumos de agua dulce y obtiene un resultado final. Así, se considera:
- El agua que se usa en el riego de las plantas
- La que se usa para el motor del vehículo que trae la cosecha a la ciudad
- El resto de los pasos de procesamiento desde el arbusto hasta el producto final
- Si es importado desde otro país o continente
En promedio, se necesitan alrededor de 18.900 litros de agua dulce y potable para producir 1 kilogramo de granos de café. Entonces, para hacer una taza de 125 ml de café, necesitamos... ¡130 litros de agua! El té tiene una huella hídrica algo menor. Un estudio holandés estima que para hacer una sola taza de té se requieren 34 litros de agua (en promedio, entre las tres variedades estudiadas).
También hay que tener en cuenta que tanto el té como el café son cultivados en países en vías de desarrollo que, si bien obtienen un beneficio económico al vender estos productos, utilizan en muchos casos tierras que previamente pertenecían a un bosque o selva, deforestado para obtener rédito.
Esta es una de las formas en la que nuestros hábitos tienen impacto en el planeta. Son costumbres que, en principio, se muestran simples e inocentes, pero cuando nos sentamos a reflexionar de dónde proviene la materia prima, como se obtiene, que recursos se ponen en juego y qué factores sociales estamos afectando, nos damos cuenta que el panorama es más complejo y que nosotros como consumidores tomamos decisiones que pueden afianzar o cambiar ese paradigma.
Un ejemplo de esto es que actualmente se desconoce el impacto ambiental que posee el cultivo de la yerba mate. No está calculada su huella hídrica, ni su huella de carbono.
Dado que desde hace unos años la importación por parte de países europeos ha aumentado, se está haciendo hincapié en la producción sustentable, porque los consumidores de ese continente son exigentes al respecto. Así, se empiezan a ver reglamentaciones con su cultivo, por ejemplo la certificación de “yerba orgánica” y el pedido de estudios que midan su impacto ecosistémico.