Los tucanes pertenecen a la familia Ramphastidae, dentro del Orden de los Piciformes; el cual incluye a éstos y a otro grupo llamativo: el de los carpinteros. Los Ramphastidae se caracterizan por anidar en huecos de cuevas o árboles, poseer vuelos cortos y lentos, alas cortas, colas largas y por supuesto, picos de gran tamaño. Son arborícolas, ruidosos y generalmente gregarios. Forman parejas estables y es habitual observarlos viajando y alimentándose de a dos o en grupos pequeños.
En Argentina encontramos 5 de las 42 especies que se han descripto en el continente americano del cual los Ramphastidae son originarios (se encuentran desde el sur de México al norte de nuestro país). Dos propiamente llamados tucanes y del género Ramphastos: el grande y el pico verde; junto a 3 Arasarí (géneros Selenidera y Pteroglossus): Arasarí chico, Arasarí banana, y Arasarí fajado. Éste último, junto al tucán grande, son los únicos que han sido registrados en el país en otras provincias además de Misiones y norte de Corrientes.
¿Qué comen los tucanes y quién se los come a ellos?
Su dieta se compone principalmente de bayas, insectos y otros tipos de frutos maduros. No obstante, también comen huevos y pequeños vertebrados como lagartijas, roedores y pichones de otras aves. Sí: no son estrictamente frugívoros, contrario a lo que uno normalmente pensaría.
Sus picos miden alrededor de 20cm de largo (un tercio de su cuerpo) y está formado por tejido hueco, por lo que no les otorga un método efectivo de defensa contra otros animales. Su utilidad radica en ser una excelente herramienta para la alimentación como por ejemplo para pelar frutas con cáscara o para alcanzar frutos que se hallan en ramas frágiles. También sería un rasgo con fines reproductivos y recientemente se ha descubierto que juega un papel importante en la regulación de la temperatura corporal, operando como dispersor de calor y permitiendo la refrigeración. Esto es posible gracias a la formidable cantidad de vasos sanguíneos que posee.
Entre sus depredadores habituales están el ocelote, el yaguareté, los caimanes, serpientes de buen porte como boas o pitones y aves rapaces grandes como las águilas.
Lee también: Observación de aves: ¿Cómo realizar esta actividad en la ciudad?
Formadores de selvas
En ámbito de la ecología, existen especies denominadas “clave”; son aquellas cuya actividad genera un efecto considerable sobre la estructura y función del ecosistema u otras especies del mismo. Dentro de este grupo encontramos a las llamadas ingenieras de ecosistemas: organismos que crean, modifican, mantienen o destruyen un hábitat.
En el caso de aves principalmente frugívoras, como los tucanes, loros y guacamayos son creadoras de selvas y bosques, debido a que al comer los frutos de gran variedad de plantas, desechan las semillas; ya sea estando posadas en un árbol o en pleno vuelo. De este modo, las dispersan por grandes extensiones, permitiéndole a las plantas reproducirse y ampliar su distribución. Son muchas las especies de plantas que dependen de este tipo de dispersión (ornitócora) y han evolucionado a lo largo de miles de años en conjunto, dando como resultado frutos cada más atractivos y nutritivos para las aves.
Las selvas son entornos de gran biodiversidad, contribuyen a la regulación del clima, la purificación del agua, la protección de los suelos y la reserva genética.
La presencia de ingenieros de ecosistemas como los tucanes permite a la selva mantener su riqueza de especies, así como un ritmo de regeneración saludable. Es por ello que muchos programas de conservación tienen en cuenta este tipo de organismos; incluyéndolos en sus planificaciones como objetos de estudio e indicadores ecológicos. Entender este tipo de interacciones es fundamental para definir estrategias de manejo que contribuyan a la preservación y mejora de ambientes degradados o amenazados. Preservar especies clave contribuye a cuidar los ecosistemas de los que forman parte.
¿Cuáles son las principales amenazas a su conservación?
Dentro de las amenazas más graves que sufren este grupo de animales está la pérdida o fragmentación de su hábitat debido al avance de la urbanización y la frontera agrícola, así como el tráfico ilegal de fauna silvestre. Esto último, debido a lo llamativo e inteligentes que son, lo que los vuelve atractivos para los coleccionistas y personas que buscan mascotizarlos. Los animales son extraídos directamente de sus nidos cuando pichones, en muchas ocasiones derribando los árboles donde se encuentran. Viajan en condiciones desastrosas, privados de agua y alimento, hasta llegar a acopiadores que los distribuyen en comercios físicos como ferias locales o mercados virtuales (redes sociales).
Durante todo este proceso, el cual implica el vaciamiento y empobrecimiento de los ecosistemas por la sustracción desmedida de ejemplares, muchos de ellos mueren debido al estrés, la inanición y las condiciones de hacinamiento. Asimismo, contraen fácilmente enfermedades y portan patógenos que pueden matarlos o incluso ser transmisibles al humano u otros animales.
Cuando un animal silvestre es sacado de su ambiente y mantenido bajo cuidado humano, ese ejemplar ya está muerto ecológicamente, es decir, no contribuye a la dinámica de los ecosistemas. Asimismo, nunca logrará expresar adecuadamente sus comportamientos naturales o contribuir a la reproducción y salud de sus poblaciones (mediante el intercambio genético).
Lee también: Arañas: ¿por qué no es realmente necesario temerles?
Los tucanes son animales fascinantes que han evolucionado adaptándose a su hábitat y están hechos para vivir en la naturaleza, donde pueden interactuar con sus pares y seguir formando la selva.
Es importante comprender que estos animales son mucho más valiosos en libertad y que es posible disfrutarlos en la naturaleza, puesto que no sólo se dejan ver fácilmente, sino que también son altamente bulliciosos.