Hay miedos que como seres humanos arrastramos desde hace miles de años; muchos de ellos relacionados a animales. Animales que, evolutivamente primero y socialmente luego, aprendimos a temer e incluso odiar. Aquello que no logramos comprender, aquello que ignoramos, nos causa temores que pueden volverse fobias incluso, al desconocer cuál es realmente el peligro que puede representar un ejemplar y el modo de manejarnos ante ellos.
En general, es nuestro entorno, ya sea porque lo heredamos de nuestros padres o abuelos o porque tuvimos alguna mala experiencia de jóvenes que no logramos superar. No es solo el círculo familiar: nuestra comunidad, nuestras amistades, todos somos en su mayoría, criados con miedo a ciertos animales. Siempre con la intención de protegernos, sin duda. Pero, ¿a qué costo? En la mayoría de los casos, es la vida del ejemplar que tuvo la mala suerte de cruzarse con nosotros.
Por fortuna, ha aumentado la cantidad de personas que, partiendo de la base que este planeta es compartido, intentan acercarse de una manera más respetuosa a estos animales y comprender su comportamiento. Hoy me gustaría contarles un poco sobre estos fascinantes pequeños seres.
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Las arañas pertenecen a la Clase Arachnida (arácnidos), conjunto en el que también se encuentran por ejemplo los escorpiones, los ácaros y los opiliones. La característica común de este grupo es la división en dos regiones corporales, la presencia de ojos simples, 8 patas, 2 quelíceros y 2 pedipalpos (piezas bucales auxiliares, en ocasiones con función modificada); así como la ausencia de antenas.
Araneae es el nombre del Orden que agrupa exclusivamente a las arañas, el cual en la actualidad cuenta con dos grandes grupos (subórdenes) que se diferencian según la posición de sus quelíceros: las migalomorfas (tarántulas) y las araneomorfas (casi todas las demás arañas existentes). Existe un tercer suborden, el de los mesotelos, con una única familia viva (Liphistiidae), de distribución asiática.
Las arañas también pueden ser coloridas. Phiale roburifoliata (Salticidae). Las arañas saltarinas son hábiles cazadoras al asecho, muy activas durante el día. Fotos: Mayra Selene Caballero
Las arañas también pueden ser coloridas. Phiale roburifoliata (Salticidae). Las arañas saltarinas son hábiles cazadoras al asecho, muy activas durante el día. Fotos: Mayra Selene Caballero
¿Peligro? arañas de importancia sanitaria
En Argentina, al momento de esta publicación, se tiene registro de 1657 especies diferentes de arañas, contenidas en 563 géneros (primera fase de agrupamiento biológico). Para contextualizar, de esas 1657 especies, solo unas 17 (apenas el 1%), ubicadas en 3 géneros, poseen una picadura que puede requerir atención médica especializada. Existen unas pocas especies, como algunas de la familia Sicariidae, cuyo veneno aún no ha sido del todo estudiado y se recomienda precaución en su manejo. No obstante, todos los casos de envenenamiento de importancia sanitaria en Argentina son producidos por ejemplares de los 3 géneros que desarrollaré a continuación:
La araña errante o del banano (Phoneutria nigreventer), las viudas negras (Latrodectus spp.) y las arañas violinistas (Loxosceles spp.); ambos géneros con 8 especies citadas en el país cada uno. Exceptuando la primera, todas poseen un comportamiento para nada agresivo y los incidentes se dan exclusivamente ante el contacto humano por aplastamiento. Para este tipo de especies que requieren vigilancia epidemiológica, los sistemas de salud de los países han desarrollado protocolos y producción de antivenenos, por lo que, si la picadura es tratada a tiempo, casi ningún caso es mortal.
Para más información, pueden consultar la página del Ministerio de Salud de la Nación: Arañas | Argentina.gob.ar o acceder a la guía oficial de prevención: GUÍA DE PREVENCIÓN, DIAGNÓSTICO, TRATAMIENTO Y VIGILANCIA EPIDEMIOLÓGICA DE LOS ENVENENAMIENTOS POR ARAÑAS (salud.gob.ar)
Relevancia en la naturaleza de las arañas
Dentro de los “roles ecológicos” que las arañas cumplen en la naturaleza, podemos mencionar el hecho que, en su mayoría son predadores generalistas. Esto quiere decir que su dieta es muy variada y sirven como controladores biológicos (regulan las poblaciones) de otros artrópodos como por ejemplo los dípteros (moscas, mosquitos, etc.). Dentro de eso están las especies vectores de enfermedades transmisibles a humanos como los mosquitos portadores de dengue o fiebre amarilla. Asimismo, son parte importante de la dieta de otros animales, como aves, reptiles y anfibios. La enorme variedad de especies y nichos ecológicos (estrategias de supervivencia) que ocupan, dan una idea de lo bien adaptadas que están a su entorno y lo importantes que son como parte de las redes tróficas.
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Finalmente, en vista que sólo el 1% de las especies representan algún riesgo y que dichas especies y los procedimientos de prevención están claramente definidos, sumado a la relevancia de sus especímenes en la naturaleza, es propicio preguntarnos: ¿es realmente necesario temerles?
Aprendiendo sobre estos animales, es posible darse cuenta que la mayoría de las arañas con las que nos encontramos en la naturaleza (incluidos nuestros hogares) no representan peligro alguno para nosotros, nuestros hijos o nuestras mascotas. Y tampoco tienen interés en hacernos daño, las picaduras se dan, como se dijo anteriormente, cuando se sienten amenazadas o atacadas, ante aplastamiento o similar. Inclusive muchas especies, como la araña doméstica de patas finas (Pholcus phalangioides), tienen quelíceros tan delicados que no llegan a atravesar la piel humana. Por ello, el permitirles continuar con su ciclo biológico, no solo por el valor intrínseco que poseen como seres vivos que son, sino por el rol que cumplen en los ecosistemas, es algo que termina por beneficiarnos.
Por supuesto que aquellas personas que han desarrollado fobias o similar, han de trabajar en ello de manera consciente. Con algo de suerte, artículos como este sean un primer paso para despertar la curiosidad y alejar el temor, partiendo desde el conocimiento y la seguridad que estos animales no están ahí para hacernos daño, sino que son parte de los ambientes y sí, como humanidad nos hemos expandido tanto que nos toca convivir con ellos, no hay manera de evitarlo. La decisión radica en si queremos vivir en constante miedo y guerra, llenando nuestros hogares de veneno e insecticidas, o si nos damos la oportunidad de observarlos, respetarlos y sencillamente, dejarles en paz. Les aseguro que, si se animan, descubrirán un mundo maravilloso.