Por GiGi Gutiérrez (@tengo5anios)*
Cuando tomé conciencia sobre el tipo de alimentación que teníamos en casa y su impacto en el ambiente, empezamos a desarrollar una propuesta sustentable que nos haga sentido a todos en la familia.
Adriano, mi hijo menor de 3 años, es fanático de la leche. ¡La ama! Se despierta y pide la leche, a la tarde quiere leche, a la noche quiere leche. En casa llegamos a consumir más de 7 litros por semana.
Cuando tomamos la decisión de pasar de la leche de vaca a la de almendras, el mayor temor fue cómo se lo tomaría él. El primer vaso con leche de almendras que le dimos lo rechazó. “No guta”, nos dijo.
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La transición
Es que el sabor es otro. No es ni más rica, ni más fea. Es otro gusto al que no estamos acostumbrados. Entonces, lo que hice fue un proceso de transición. Durante una semana fui mezclando la leche de vaca con la de almendras, ajustando las proporciones. Primero más leche de vaca y, al final de la semana, completamos con el 100% de leche de almendras.
Hoy ya toma solo la de almendras y nunca más pidió leche de vaca. En ese momento sentí mucha felicidad. Habíamos logrado dejar de comprar el galón de plástico de leche de vaca y habíamos pasado al pack de tetrabrik de leche de almendras.
Bajamos el consumo de plástico y la emisión de la huella de carbono que genera el ganado, pero nos encontramos con otro asunto. Ser sustentable requiere de mucha información. No solo hay que adquirirla, sino que también hay que procesarla y, con todo eso, tomar decisiones conscientes de consumo.
Leche de almendras hecha en casa
Ya con Adriano acostumbradísimo a la leche de almendras, pasamos a la siguiente etapa: zero waste. Miré varios videos en YouTube y me animé: preparé mi propia leche de almendras. Sentí que podía llegar a salirme mal, pero post preparación, la satisfacción fue maravillosa.
¿Cómo hice? Muy simple. Agarre un puñado de almendras enteras, 100 gramos aproximadamente. Las dejé en agua en la heladera durante toda la noche. A la mañana siguiente, las enjuagué y las puse en la licuadora con el doble de agua. Licue y licue. Una vez que terminé, las filtré con un paño bien limpio, le agregue un poco más de agua y una gotita de esencia de vainilla.
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La cantidad de agua va a depender de como les guste la leche, si más ligera o con más cuerpo. A Adriano le gusta más ligera.
¡Y listo! una vez filtrada, está lista para consumir. La pasé a una botella de vidrio y a la heladera. Dura hasta tres días sin problema, pero con lo que se toma leche en esta casa, con suerte dura un par de horas.
Y un consejo: el resto que queda de las almendras filtradas lo pueden dejan secar y hacer unas ricas cookies.
*GiGi Gutiérrez cuenta con gran conocimiento en marketing y branding creativo. Es directora de Planta, agencia que fundó con el propósito de construir marcas y consumidores más conscientes. Está casada hace 13 años y tiene dos hijos: Martina de 6 y Adriano de 3. Su objetivo personal es poder equilibrar sus valores familiares, de crianza y su carrera.